Embracing the vision in the woods of Mushrooms

Le dije a Matthias que pensara en su amor por el proyecto y en su amor por la fundadora del proyecto: una servidora.

Hablaba de ELEVEN, mi segundo, pero no menos importante, emprendimiento.

Le pedí que reflexionara sobre su pasión e implicación con este proyecto, que lo puntuara del 1 al 10 y que llegara a México ese mismo día. Voló desde Múnich, Alemania, aterrizando en Mazunte el 11 de enero de 2023, el día de mi 35 cumpleaños, a las 11:00 de la mañana.

Me alojaba en un hostel a pie de playa, compartiendo habitación con Stefano. Nos habíamos conocido en Barcelona unos meses antes, y lo había invitado como instructor al tercer retiro de ELEVEN. Desde el principio, su presencia en mi vida fue un perfecto match. Nos complementábamos y entendíamos a la perfección. Creo firmemente que, en cualquier proyecto, el equipo es lo más importante. Debe ser tan excelente como el producto. La familia. Y lo mejor de los negocios, que para mí son proyectos de vida, es que puedes elegir a esa familia.

La mañana de mi cumpleaños, madrugamos como de costumbre y nos dirigimos al mar para no perdernos el amanecer. Meditamos sentados en la arena por media hora, Stefano a mi lado. El sol comenzaba a asomarse desde el horizonte. Fue una de las primeras veces que lágrimas de alegría brotaron entre mis ojos cerrados. Me sentía rebosante de felicidad, llena de paz, serenidad, conexión y plenitud. Sentía, con absoluta certeza, que estaba donde tenía que estar, con quien tenía que estar. Nunca había estado tan segura de algo.

Cuando abrí los ojos, me sequé las lágrimas. Stefano me observaba, dándome espacio y sonriendo en silencio. Tenía en las manos una nota de papel arrugado que aún guardo en el bolsillo lateral de mi maleta. Pude imaginarlo la noche anterior, en la oscuridad de su cama, con su frontal encendida, escribiendo aquella nota en silencio y con ilusión. Me enterneció profundamente.

Después, fuimos a una floristería, y me regalé tres girasoles. Fue mi forma de recordarme que debía seguir girando siempre en busca del sol. El sol da claridad a nuestras ideas y nos ayuda a brillar con más intensidad. El logo de ELEVEN es un amanecer, así que me pareció perfecto elegir la flor que busca, incansablemente, al sol.

Las chicas del hostel se sonrojaron al ver la llegada de Matthias, el alemán rubio y desaliñado, con mochila, chanclas y ukelele en mano. Ahí estábamos: el argentino, el alemán y la catalana. Les dije a todas las chicas que acababa de llegar mi “otro novio”. Algunas le preguntaron a Stefano cómo gestionaba la llegada de ese “otro novio”. Stefano, tímido, sonreía.

Me encantó cumplir 35 años diciendo a todos que el mejor regalo era celebrarlo en Mazunte, con mis dos “novios” y hablando de ELEVEN, ese “bebé” que no me dejaba dormir por las noches pero sí soñar por las mañanas. Pasamos el día los tres juntos en la playa. Tras una ducha rápida con escasas gotas de agua helada y unos bailes absurdos en la habitación, les pedí que se pusieran la mejor camiseta porque los iba a invitar a cenar.

Fue una velada romántica de tres, con muchos platos vegetarianos, ya que ninguno de los dos come carne.

Soplé las velas y pedí un deseo. Me costó. No sabía qué más podía pedirle a la vida.

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